Abdel español
El Eclipse de la Evocación
Por Abdel Hernandez San Juan
(Anthropology Faculty at Rice University, Houston, Texas, EUA, 1997-1998)
Querido Stephen Tyler
Entrada
Nosotros sabemos que el viaje a la evocación nos lleva por un camino laberintico. Esta es la primera ruptura en nuestra trayectoria, desear hablar de cosas sobre las cuales es difícil hablar. Nosotros estamos de acuerdo en dialogar usando correspondencias, pero nosotros sabemos, como Bajtin dijo, que no hay dialogo si no existen replicas implicadas en la formación de las frases. Esta es nuestra segunda ruptura, desear dialogar y en ves vernos llevados a escribir. En pocas palabras, tenemos aquí un doble eclipse entre el qué y el cómo. Desde el momento en que no hay pautas predadas que seguir para hablar de la evocación, yo voy a comenzar con los ojos cerrados, sin una idea del principio o del final, escuchando esa música de sombras que crea el eclipse de la evocación. Allí, en ese lugar de tránsito, donde todo es realizado en pliegues y sombras yo escucho un monologo sutil escrito por Mark Twain. Desde ese lugar, yo hablare contigo de mi visión de la etnografía.
“Yo tengo casi un día de edad. Mi arribo data de ayer, por lo menos esto es lo que yo creo, e indudablemente debe ser así desde que si un día anterior a ayer ocurrió yo no advertí el acontecimiento. Dejadme tomar notas y espero que esto me sirva para estar vigilante. Yo estaré doblemente vigilante de modo que si un día anterior a ayer vuelve a ocurrir no me pase inadvertido. Yo pienso que el mejor método es anotarlo inmediatamente evitando así toda confusión, un instinto secreto me dice a mí que estos detalles van a ser muy importantes en el futuro para el historiador. Yo soy un hecho experimental. Nadie como yo puede experienciar más profundamente este sentir de constituir un simple experimento. El sentir me lleva a mí a una convicción profunda, así lo afirmo, yo soy un hecho experimental y nada más que ello”.
Mark Twain
El Monologo de Eva
Critica del texto
Mis ideas sobre la evocación etnográfica están en tensión con la escritura. En esta noción de escritura yo incluyo el sistema fonético alfabético que trata de representar ambas cosas la voz y el hablar, la lengua y sus inscripciones en la escritura como también la inscripción en general la cual cuestiona la noción de escritura en sí misma como representación para poner afuera aquello que Derrida llama “gramma” y “diferencia”.
Al final ambas son escrituras, la primera representa una palabra originaria en cada presencia o ausencia de grafía, y la segunda niega esa transparencia entre la escritura y la oralidad, poniendo en el lugar de esta última esa inscripción diferenciada que la escritura forma la cual parece no tener un afuera. Ambas escrituras, entre las cuales otras muchas escrituras aparecen en sus polaridades, dejan de interesarme a mí en este debate desde el momento en que ellas forman un texto.
El campo que la crítica de la escritura ha abierto es basto y discontinuo. Las significativas ideas de Bajtin sobre la polifonía y la bivocalidad no abrían sido posibles, solo por citar un ejemplo, si él no hubiera defendido el carácter derivado y dependiente de la escritura respecto al enunciado vivo. Por otro lado, sin la opacidad que Derrida encuentra en la escritura como un trazo desconectado de cualquier representación originaria, sus reflexiones sobre el logocentrismo y las logísticas escriturales no abrían avanzado lo suficiente. También, como Foucault trato de probar en Las Palabras y las Cosas, ver los discursos como gramáticas espacializadas, como topografías de los sentidos, como enunciaciones scripturales, nos ayuda a nosotros mismos a entender como el lenguaje crea y nombra las cosas.
Críticamente importantes aquí son los estudios cognitivos sobre los lenguajes escritos versus los lenguajes audibles. Por citar un ejemplo, las investigaciones de Havelock (1963-82), Goody (1977), Ong (1982) and Olson (1977-96), sobre escritura y oralidad, aunque en su tiempo cargadas de un historicismo especulativista, trajeron luz sobre el asunto de la contextualización que es propia al hablar versus las descontextualizaciones que son propias al escribir, como también sobre las relaciones entre la escritura, el hablar y la generación de estados de conciencia.
Mientras algunos han defendido la dominancia de la escritura sobre el hablar en culturas altamente diferenciadas, otros han argumentado en favor de la fecundidad situacional del hablar refiriendo esa deixticalidad mnemotécnicamente intrincada de ciertas culturas. En los márgenes de estas determinaciones teóricas, nosotros quedamos continuamente sorprendidos por el fenómeno de la gramática de la conciencia cada vez mejor estudiados. Muchos episodios pedagógicos sobre el proceso de aprendizaje de la escritura y el hablar son aquí enigmáticos.
Rellamemos ese ejemplo de ST Augustine cuando decía que leer es una forma de recitación oral en una voz audible, mientras después, el mismo se sorprendía al descubrir que la lectura puede ser también practicada en silencio. En cualquier caso, dado que el campo es muy amplio, cuando yo hablo de una crítica de la escritura, prefiero mantener fuera de mayor ampliación por el momento las definiciones ontológicas acerca de que es y que no es la escritura, como es y como no es.
Ahora, yo pienso que una crítica de la escritura en etnografía debe ser una crítica de la escritura como institución, como Bajtin sugirió en sus referencias a la visión medieval del mundo alreves. La escritura, bien sea en su forma de representación o en su forma de diferencia en relacion a la lengua es ella misma la primera forma de la institución. Ella es el lugar en que las instituciones se forman. La escritura forma la institución desde sus mas primarias formas que preceden a la textualizacion desde que ella interviene en modos metaorales o extraverbales simulando que fija lo dicho en la lengua en sí misma.
Como yo sugiero aquí, la escritura forma la institución no porque garantice una memoria inscrita, sino porque ella hace visible a través de los efectos lineales de su geografía inscrita, como si ella pudiera resolver los defectos de la memoria. El poder de la escritura esta dado no en su capacidad de archivar o almacenar los datos no fijados que son propios a la memoria, sino por su poder de inventar una idea de memoria como algo acumulativo y textual. Lejos de archivar los datos la escritura inventa la institución en contraposición a la naturaleza no lineal de la memoria. Y es en esta intersección entre la discontinuidad de la memoria y la textualidad de la escritura que la evocación está situada para la etnografía.
Como tú sabes la noción de texto es amplia desde el momento en que ella refleja significados muy distintos en sus pasajes desde la pragmática, semiótica, hacia la interpretación, hermenéutica. Sin embargo, en mi comprensión de la evocación en tensión con la escritura entendida como texto, yo me refiero a eso que constituye un texto en la escritura, esa operación semiótica de la escritura que nos lleva a nosotros a entender y conocer su más represiva historia. Yo hablo del texto desde la perspectiva más general de una economía del lenguaje, el texto entendido aquí como una imagen prostética, como una prótesis de la memoria, como un regulador de los remanentes, el texto como acumulación, como ese pedestal o mausoleon al que muchas producciones aspiran, el texto entendido como institución.
Una crítica de la escritura en la etnografía en mi opinión debe ser una crítica del evento y de los eventos por medio de los cuales entre la discontinuidad que es propia a la memoria viva y la linealidad que es propia al texto, la escritura vuelta texto inventa la institución. Pero esto debe extenderse más allá de una simple critica porque nosotros no estamos llamando este sentido aquí con la intención de mejorar o perfeccionar las representaciones, todo lo contrario, para rechazar a toda costa con ella la textualidad que la representación implica. Cuando nosotros hacemos etnografía debemos seguir con precisión esta trama, esta urdimbre y reconocer meticulosamente esa instancia o momento en que la escritura alfabética se desconecta de la performance viva y crea un texto el cual forma una institución de la textualidad que ese texto supone.
Entonces y allí, nosotros encontramos que para escribir estamos desprovistos de nuestras relaciones con los otros y de nuestras relaciones con nosotros mismos. Estamos sumergidos, relacionamos las cosas a través de los indicativos espaciales de la gramática. Allí nosotros descubrimos que la escritura es un recuerdo de la lengua que la lengua nunca está más pura que cuando nosotros la recordamos en la escritura. Nosotros debemos reconocer como la escritura inicia esta primera forma del recuerdo de la lengua.
La escritura es una actividad que discrimina los sentidos de los discursos y sus contextos incluso cuando escribimos simples descripciones. Para escribir nosotros estamos obligados a discriminar una amplia variedad de sentidos que no pueden, no admiten y no se dejan ser textualizados, estos sentidos omitidos y excluidos son entonces proyectados hacia las periferias de las formas textuales, solo los significados que la institución puede textualizar forman el texto. En el acto de escribir nosotros recordamos la lengua y la hacemos presente, en contraste, en el hablar, nosotros usamos el lenguaje y lo ponemos a cambiar, nosotros transgredimos la lengua con múltiples sentidos que la renuevan y que se renuevan continuamente como sentidos incluso aunque nosotros olvidemos esta realidad.
Nosotros debemos encontrar ese sentido sutil a través del cual en su obsesiva actividad de recordar la lengua, la escritura olvida el sujeto. Yo diría incluso que el sujeto es doblemente olvidado en la escritura, y que nosotros debemos permanecer atentos a esto. Cuando nosotros escribimos sentimos que escribiendo reflexionamos mejor porque silentemente escuchamos nuestros propios pensamientos en una tenue recitación.
Pero cuando nosotros tomamos distancia de esta relacion entre escribir y pensar y miramos hacia ese texto escrito que la escritura forma, la escritura parece dormir en su propia materialidad, en ella misma y pedir algo más. Si mirando a la escritura y el texto que ella forma, nosotros no escuchamos lo que ella nos está pidiendo, impresión de solicitud que nos llega a través de nosotros mismos, de la memoria de la lengua que la escritura misma supone entendida como texto, si nosotros no escuchamos hacia donde ella está pidiendo la llevemos y en ves nos quedamos plegados hacia nuestro adentro tratando solo de expresar nuestros pensamientos, la escritura se para, se detiene.
Nosotros debemos observar en este hecho sutil como la escritura quiere pensar por nosotros. El dilema comienza aquí en este punto, cuando el sujeto, reconociendo que su lugar es omitido por la escritura, se inventa a sí mismo en ella. Nosotros sabemos que el sujeto siempre se inventa, incluso cuando nosotros queremos olvidar esta realidad, pero nosotros debemos saber como el sujeto se inventa a si mismo como institución en la escritura porque es precisamente en la invención del sujeto por la escritura, que percibimos en esa exigencia que por mediación de nosotros mismos, la escritura entendida como memoria textual de la lengua nos pide llevarla, como descubrimos que el sujeto ha quedado omitido de su lugar y ha sido inventado.
Estoy diciendo que en un punto a través de nosotros la escritura quiere reflexionar por nosotros, el sujeto reconoce que queda omitido de su lugar y que a su vez es inventado, pero al mismo tiempo descubre que no es a sí mismo a quien inventa, cuando el sujeto se proyecta hacia afuera, de una vez desplazado, hacia la exterioridad de la escritura, forma las primeras imágenes espaciales de la memoria. Yo pienso que esta imagen espacial de la memoria la cual es de por si el texto, ayuda al sujeto a resolver el dilema de la imposibilidad de recordarse a sí mismo en la memoria temporal sustituyéndola en su lugar por la posibilidad de ser recordado en la memoria espacial.
El momento en que esto ocurre es difícil de reconstruir pero nosotros debemos permanecer muy atentos a este momento. Yo me estoy refiriendo aquí a una función secretamente vinculada con una idea particular de la memoria que es inventada por la escritura como texto. Yo no veo una identidad entre la memoria temporal y su transición a la escritura, no veo una identidad en el tránsito desde la escritura hacia el texto como memoria espacial, no creo que esta memoria inventada por el texto guarde una relacion de identidad o necesidad con la memoria viva de la cual proviene, pienso que esta memoria textual y espacial, que desplazo todos los sentidos omitidos para ser texto, inventa una idea de memoria y de sujeto que no es aquella memoria y aquel sujeto.
No existe una relacion de necesidad o de causalidad en esta secuencia que va de la discontinuidad de la memoria con su carácter vivo y corporal, a la linealidad y espacialidad de la memoria que el texto inventa, y este es el motivo por el cual las instituciones nos parecen alienadas, las instituciones están alienadas porque en ellas y con ellas, aquel sujeto que una vez para escribir trato de estar en relacion consigo mismo y con los otros, ha sido sustituido por un sujeto que ya no mantiene una relacion ni consigo mismo ni con los otros.
Yo pienso de hecho que las instituciones nacen de esta ruptura entre el evento temporal y lo temporal como representación espacial. Una crítica de la escritura en etnografía debe reconocer este quiebre primitivo entre la discontinuidad de la memoria temporal y la invención de la memoria por el texto. En el acto de escribir nosotros tenemos la impresión de que la escritura fija, como lo hace un film, lo que hemos recordado o dicho.
Nosotros experienciamos la escritura como si en ella nosotros pudiéramos retener los eventos y las cosas como ellas ocurren en la memoria temporal. Pero en la sensación de que nosotros retenemos lo temporal viene a su vez el modo en el que nosotros somos lanzados por la escritura y el texto hacia lo espacial sin recordar como nosotros fuimos lanzados a esa exterioridad. Nosotros hemos caído en el espacio, donde se intercambian los cuerpos, donde toma lugar la economía de los signos, hemos pasado sobre una superficie de luz y cayendo en el texto hemos caído en el espacio, el texto aparece entonces próximo al cuerpo, como la primera materia que alimenta el poder y el capital.
Ese texto que la escritura forma retorna a nosotros fortificado. Retorna fortificado porque el texto trae hacia sus periferias todas las acumulaciones que la escritura ha debido desplazar. Nosotros debemos permanecer atentos a esto en el proceso etnográfico, porque una vez que la escritura forma un texto, el hecho deviene irreversible. Todo comienza a ser posicionado alrededor de ese texto nombrando todo lo demás desde la textualidad que aquel ha creado, periferia. Desde que el texto es realizado o desde que es manifestado entonces nosotros entendemos que todo queda atrapado, el yo, los otros, los datos, la experiencia, todo deja de ser lo que es para ser su textualizacion, aquí el textualizare convierte el decir en lo dicho, esta conversión es el arribo de la primera alegoría del vuelo del tiempo.
Yo pienso que no puede haber evocación etnográfica donde la escritura entendida como texto juega un rol central en su inserción desde el trabajo de campo regulando todas las relaciones entre la interpretación y la experiencia, domesticando todos los modos de entender nuestras experiencias con los otros según las editamos como ocurre con los fantasmas del lector o de una audiencia imaginada cuando esta deviene un público imaginado anticipado inclusivo a cada acto decisivo y experiencia en nuestra relacion con los otros. No puede haber evocación etnográfica donde la escritura texto juega un role final a través de la manipulación de documentos, evidencias testimoniales u otros datos para formar con ellos un clímax dramático, una finalidad de todo el proceso etnográfico.
La evocación por el contrario nos hacer pensar a nosotros en etnografías de los descentramientos en las que las periferias, todos los remanentes laterales que fueron reprimidos y represados por el texto, todas las incertidumbres que el texto colapso, vuelvan de regreso con todas las posibles relaciones entre el sujeto y el objeto, el sujeto y el sujeto en ello implicadas. Ahora bien, desde el momento en que nosotros tomamos la noción de texto mas allá de una simple relacion entre lo verbal y lo no verbal, las periferias de los textos no consisten únicamente en gestos a través de un mundo no verbal de corporalidades, lo opuesto al texto, y esta será una de mis ideas principales, no es solo lo no textual, abarca también y sobre todo la temporalidad, cuando lo vemos así distendido en la temporalidad, lo opuesto al texto supone todo aquello que es irreductible a la concentración que el trabajo de la textualizacion implica.
Una crítica de la escritura como institución implica la relocacion de la escritura etnográfica próxima o parecida a lo efímero. La escrituras efímeras podemos reconocerlas como esas que desde que son creadas e insertadas, no son hechas para persistir o durar, incluso cuando ellas persisten, como en el ejemplo de Eva que toma notas de si hubo o abra un próximo anteayer en su vida diaria, o por valerme de una metáfora, como en ciertas formas de escritura shamanica donde es común y usual escribir en el aire, o como en el caso de las escrituras Yoruba originadas en el sur de Nigeria.
Yo observe con atención formas altamente desarrolladas de escrituras efímeras en los mercados urbanos venezolanos, también aunque menos en los rurales, en los cuales la escritura juega el rol de listar productos, de escribir los precios, de agregar características o elementos a sus ventas más o menos embellecedores pero continuamente cambiantes según las oscilaciones en los precios y el acuerdo con los clientes en las relaciones de oferta y demanda, donde los vendedores usan además materiales efímeros y creyones de todo tipo como tisas y otros medios, para dejar sus formas espontaneas de escritura. Yo comprendí que uno puede adquirir modos ricos altamente contextualizados de rapport desde el momento en que no hay pretensiones de textualizar en orden de representar o perdurar. Cuando la etnografía se define a sí misma en lo efímero, no transforma el trabajo de campo en escritura, antes bien restablece un trabajo de campo continuo y en proceso en múltiples sitios y temporalidades. La creación de interfaces etnográficos basados en la performatividad nos deja a nosotros explorar diversas posibilidades de escritura y libros como autores individuales a través de los cuales logramos al menos disminuir o decrecer el impacto del texto.
Lejos del supuesto único de la obra entendida como el depósito exnihilo, una etnografía transtextual contraria a la dualidad texto/proceso, debería fundarse como una poiesis continua, un proceso abierto que incluya muchos procesos creativos que no tienen o no tengan nunca un cierre definitivo. Una etnografía así no sale a la búsqueda de instrumentos como si se embarcara en un viaje para recolectar fondos, porque ella seria tanto una filosofía de las ciencias, como del arte. Tenemos entonces tres cosas que enfatizar, primero, la crítica de lo textual en la escritura deja a la etnografía definirse a sí misma en el eclipse temporal. Segundo, la cuestión acerca de cómo y porque esta etnografía habla de las culturas es respondida por ese eclipse de temporalidad. Tercero, en el mismo modo como en la descripción, el reporte o las documentaciones en las etnografías textuales se elaboraba una noción de el otro propia a los modos que las hacían sobre todo textualizaciones, en la etnografía transtextual las éticas no pueden ser preguntadas y respondidas en el mismo modo, desde el momento en que los triggers de la transtextualidad generan sus propias preguntas.
Evocation
Para mi la evocación es una etnografía transtextual. Sin embargo, para hablar de ello es necesario mostrar porque la evocación se desarrolla en tensión con la escritura. En mi idea de la etnografía, cuando pienso en la evocación no hay un etnógrafo que escribe. La evocación no puede ser escrita, no puede ser hablada. Decir por ejemplo evocar evocando como si nosotros tratáramos de controlar los efectos de la evocación es lo mismo que decir correr corriendo o hablar hablando, el verbo pierde su fuerza de gravedad debido a la redundancia del gerundio, el verbo pierde esa característica de estar en el centro y por debajo, como Foucault sugería cuando explicaba que todas las formas del lenguaje forman stratos frente a y alrededor del verbo. El verbo evocar no termina de definir una acción, el evoca, por ejemplo, no es tan claro como el sueña, soñar soñando es mas grafico que evocar evocando desde el momento en que cuando menos uno puede imaginar que aquel que sueña suena que está soñando, pero nosotros no podemos decir que el que evoca evoca que el esta evocando.
El juego de palabras se vuelve carente de utilidad.
Ahora, si la evocación no puede ser escrita y no puede ser hablada dado el hecho de que no hay lugar para ella en el discurso o en la escritura cual es su lugar?.Algunos piensan en la escritura cuando escuchan evocación, en un texto de múltiples interpretaciones o en los efectos poéticos. Un tropo puede ser evocativo, pero la evocación en si misma no es ella un tropo, los tropos son reglas y derivan de reglas, conocemos las reglas para crear una metáfora, una metonimia o una alegoría y sus diferencias, porque estos tropos como lenguajes figurados son figuras de la retorica, modos de producir efectos de discurso o escritura, ellos pueden ser evocativos, pero ningún de ellos es en si la evocación, la evocación misma no es un tropo y no forma ella misma un tropo en el lenguaje figurado.
La evocación tampoco es un género, según Bajtin los géneros provienen originariamente de formas de las enunciaciones situacionales tales como saludos, despedidas, replicas, las cuales van deviniendo regularizadas y van formando progresivamente figuras de escritura. La escritura es ella misma una imitación. En su simpleza de signos visuales ella imita los sonidos, la pausas, los espacios, los descansos y las articulaciones que obtiene de la oralidad, en su modo más complejo de gramática ella desarrolla y evoluciona géneros que provienen inicialmente en los modos discursivos, la evocación no es una forma que primero se reitera en los actos de habla y que luego evoluciona o se transforma reiterada a otro nivel en los planos discursivos, gramaticales y de la escritura, no existe un género que le corresponda mejor, ella puede darse en los géneros y las formas, pero no se reduce ni se origina en ninguno de ellos. Mirar hacia la evocación en la etnografía a través de escoger géneros es como en el fetichista quien busca placer sexual atraves de la piel de las botas rusas o recolectando determinados tipos de hongos.
La evocación tampoco es un juego de lenguaje. Si además de los géneros del hablar también hay juegos de lenguaje en la escritura tampoco encontramos allí a la evocación. De acuerdo con Lyotard los juegos de lenguaje que terminan en la escritura provienen inicialmente de los modos en que el tiempo es intercambiado de modo distinto en las distintas formas de lenguaje y comunicación social, artistas, economistas, etc., pensar que la evocación corresponde solo al arte porque en el arte tenemos mucho tiempo para evocar, es desconocer que también la estética en general proviene de mucho tiempo contemplado y no usado, en contraste la evocación también parece darse en modalidades que suponen exceso de tiempo usado en las cosas, yo no estoy argumentando que no haya evocación en la estética, hay evocación en la estética, en el mismo modo en que también hay estética en las relaciones de oferta y demanda en el campo de la economía o en el de la etnografía.
La evocación no es una suma de signos y significantes, no es lo que llamamos la escritura significante o del significante, ella no forma una entidad en algún territorio del lenguaje, no se colecta alrededor de algo no es precedida o sucedida por algo, no es, como en el discurso o la enunciación, un fantasma sin mapas que deja sus trazos en las oraciones. No es algo que esta antes y afuera del lenguaje haciendo algo posible y llevándolo a la forma. En otro sentido, ella no está dentro del lenguaje formando vínculos entre signos, ella no es un afuera después tampoco siendo formado por una suma, no es un efecto de acumulación de sentido que permanece en un afuera y en un después del territorio del lenguaje o en un adentro de este territorio tratando de emerger de él.
Cuando yo pienso en una etnografía transtextual no imagino en el otro lado solo lo poético, no puede haber evocación cuando el etnógrafo evitando remitir a la experiencia o creyendo que él o ella puede evocar remite todo solo a un juego poético. Permíteme mostrar porque no es una escritura del significante porque cuando algunos devienen cansados de la teoría entonces después pueden usar teorías incorporadas para objetar sin comprender. La escritura del significante se caracteriza por el modo en que quiebra la transparencia de la escritura frente al mundo del hablar, y en su lugar establece otra no transparencia, esta vez clamando que en la escritura, entendida de una ves como desconectada de los actos de habla, el signo no remite a sí mismo. No poseyendo un afuera o un exterior, la escritura aparece entonces como un trazo logografico.
De acuerdo con Derrida esto sirve para deconstruir las formas de logocentrismo como ellas aparecen atrapadas en la escritura, en tanto en su lugar, Derrida imagina una escritura remitida a una metáfora eterna que no tiene clausura, el juego poético, la escritura del significante nos lleva a nosotros a un tipo de tropología erótica. Cuando Derrida trata de capturar el logos en la escritura intentando liberar a la escritura de sus logografias yo pregunto que hacen los significantes entre ellos cuando ellos no reciben su luz de los actos de habla?. Que hacen estos significantes entre ellos cuando ellos solo se refractan unos a otros como en una casa de espejos?, yo pienso que lo que hacen es recrearse en la lengua.
Por ejemplo en algunos pasajes de ficción cuando un personaje recuerda sus recuerdos evocan, pero no evoca esto también al recuerdo?. Podemos decir que el recuerdo evoca lo recordado como un modo de decir que el recuerdo recuerda, pero la evocación no es ella misma un recuerdo. Yo diría incluso que si es solo un recuerdo de lo recordado no sería propiamente una evocación, para que sea una evocación el recordar mismo tendría que ser evocativo, es decir, lo que resultaría evocativo seria la acción misma de recordar, vemos al personaje recordando y nos resulta evocativo que su recordar recuerda no importando tanto si recuerda o no lo recordado en ese recuerdo, es la relacion entre su acción de recordar en la situación en que se encuentra y lo recordado lo que en última instancia puede hacer evocativa esa relacion entre el recordar y lo recordado.
Pero la evocación no es una facultad de la memoria o el recuerdo, la facultad de recordar, como el recuerdo en sí mismo y lo recordado en el, se refiere a un pasado y la evocación no emerge en relacion a o con un pasado. Por otro lado, para que el recordar sea evocativo nosotros necesitamos a otra persona que se encuentra fuera de la historia, como pueden ser el espectador del filme o el lector de un libro, quien puede ver o leer las imágenes ficcionales o las narrativas de ese personaje que recuerda, un espectador o lector que ha vivido una experiencia similar o que puede imaginar cómo podría ser a recurriendo a fragmentos de otras experiencias, a quien la relacion entre el recordar y lo recordado del personaje le resulta evocativa. En otro sentido, fuera de obras de arte como films o novelas, la evocación también puede darse cuando una relacion ha existido entre dos sujetos y uno de ellos se encuentra ausente.
En la etnografía con más precisión la evocación es para aquellos que han participado en el trabajo de campo pero ella misma no es la simple memoria o el simple recordar de ese engagement. Aquí estamos de nuevo ante el asunto de la memoria, esta vez entendido como un asunto temporal, la evocación no está en el pasado, no está en el presente, no está en el futuro, pero parece formada por el eclipse de estas tres proposiciones temporales. Y esto me remite a mí a que yo estoy recordando ahora que yo me olvide de explicar el epígrafe de Mar Twain que trigered este ensayo en el cual Eva en su mismo monologo se dirige hacia este eclipse temporal que forma la evocación.
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